jueves, 30 de enero de 2014

Y el lobo acechaba

“Oh, Tyler, por favor, sálvame”
Chuck Palahnuik. “El club de la lucha.”

De niños, esperábamos en el pasillo
la señal que nos daba permiso para regresar,
con el sabor de la injusticia entre los dientes.
Qué fácilmente se desmorona una sólida estructura.
Un gesto inútil de rebeldía,
solo sirve para amenizar la rutina
de colocar sillas en la terraza de un bar.
Me entristece mi flaqueza.
¿Será el único momento
en que no se oigan las pisadas?
Sigo queriendo creer en la mala suerte
pero se que el problema
es el asqueroso sapo que vive en mi cuello,
al que sigo alimentando con trocitos de carne estofada.
Acabaré echándome bajo las ruedas de un autocar
mientras el maldito animal
sobrevivirá a mi estupidez,
y se irá, arrastrando una pata.
No se puede hacer la revolución
si no hay ruido ni furia.
La espalda sigue sin moverse,
y respira tranquila y regular.
Parece un muro infranqueable.
En unos momentos, me vaciaré
como la botella de plástico blando
en la boca del enfermo.
Sin espacio ni para el aire.
Y lo perderé todo.
Quizá esté contando los segundos que faltan
para que todo vuele por los aires.
O quizá muera yo antes.
Tyler espera.

31.1.2014