martes, 5 de febrero de 2013

"Sillas plegables hostiles" (D.F. Wallace)


Oigo ruidos en mi jardín africano,
como de bestias hambrientas,
y chasquidos de ramas rotas.
Son amenazas soñadas largo tiempo atrás.
Balanceo las piernas, que no me llegan al suelo,
desde esta silla que ha quedado libre,
Fuera, los niños pisotean las flores,
y arrancan las patas a los insectos.
Juegan.
Yo juego a hundirme de nuevo en la tierra,
mientras, me acuerdo de las cosas
que dejé en casa a medio hacer.
Repaso mentalmente los movimientos de las manos
y de los dedos de los pies,
Me dejo abrigar por la forma del cojín
y el discurso, siempre amable.
Las agujas de tejer se mueven
Acompañando mis pensamientos.
Más tarde, en el blanco entramado con iniciales
que construiste hace ya tiempo para mi,
le volveré a dar vueltas a todo.
En cada bramido que oigo
busco eso a lo que tanto adoran
y que declaran amar sin pudor.
Se ponen el sombrero de Chagall,
como si estuviera viejo y roto,
han estudiado mucho para conseguir
el derecho a romper los libros,
en realidad, siguen midendo el mundo con el ancho de sus brazos.
Y yo solo oigo los bramidos de una bestia cruel
amenazando las casas de la buena gente.
Mientras los coros, siempre eternos, le cantan al nuevo héroe,
yo me balanceo adelante y atrás,
como aquel niño raro del colegio,
sentada en lo más alto del teatro,escondida,
escuchando el rumor del viento
entre las ramas de los árboles legendarios.