jueves, 18 de agosto de 2011

LVA TOLSTOGA, 21

Parece deshabitada y el día no ayuda,
ningún movimiento nos da esperanza
ningún cartel que nos invite a preguntar.
Al entrar las paredes ondulan
y el siglo y poco  ya no se interpone.
No sabemos cuanta sinceridad hay en ella,
nos perdemos entre cachibaches
en un laberinto de habitaciones
que quizá nos mientan descaradamente,
el vaso donde dejó impreso
su beso de agua y vino,
la silla desde donde miraba con resignada tristeza
el severo rostro de su alma arruinada,
¿crujía la madera con igual tono?
¿Era ese el reloj que daba el bang de salida?
¿O la cama que aplazaba su verguenza?
El ma-ma-man de Vania entristece,
y las fotos nos recuerdan que fue real,
las abolladuras en el samovar parecen sinceras,
La casa no quiere hablar más,
las ventanas sellan, el jardín disimula
y el silencio asiente.

18.8.2011